La Cuaresma y el Mensaje de Fátima


Este año marca el centésimo aniversario de las apariciones de la Virgen María en Fátima, Portugal, en 1917.  Nuestro mundo necesita el mensaje de Fátima ahora más que nunca, y este mensaje es especialmente adecuado durante este tiempo de Cuaresma.

El Miércoles de Ceniza, escuchamos la invitación del Señor: "Todavía es tiempo. Vuélvanse a Mí de todo corazón.” (Jl 2, 12)  Y la Virgen puede decir con San Pablo que ella viene como “embajadora de Cristo” y que en el nombre de Cristo nos pide que nos dejemos reconciliar con Dios. (Cfr. 2 Cor 5, 20)

Entonces pues, ¿Qué es este mensaje tan urgente de la Virgen, y cómo podemos vivirlo? Algunos de los temas principales del mensaje de Nuestra Señora son: rezar el santo Rosario diaramente, hacer penitencia e interceder por la conversión de los pecadores.  Cuando rezamos por la conversión de los pecadores, tenemos que tener en mente que nosotros también lo somos y necesitamos igualmente buscar nuestra conversión personal.  La Virgen de Fátima dijo "Es necesario que se enmienden, que pidan perdón de sus pecados... ¡No ofendan más a Nuestro Señor, que está ya muy ofendido!"
En Cuaresma pensamos especialmente en los sufrimientos y muerte de Jesucristo por nuestra salvación.  Su amor nos motiva a arepentirnos de nuestros pecados y unirnos a Él para ayudar a los demás a que también lleguen al Cielo.

María les enseñó a los niños a rezar “Oh Jesús mío, es por tu amor, en reparación de las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María y por la conversión de los pecadores.”  Esta pequeña oración es muy buena para acompañar nuestros sacrificios en Cuaresma.  Cada día nos presenta mil oportunidades para hacer pequeños sacrificios.   Este tipo de cosas no serán muy grandes, pero si las hacemos con amor, son muy valiosas.

Finalmente, el santo Rosario es una oración muy poderosa.  Cuando lo rezamos meditamos en la vida de Jesús y nos da muchas, muchas gracias para vivir más como Él.

Que nuestra Madre Santísima nos ayude, especialmente en este tiempo de mucha gracia, a despertarnos del pecado y entregarnos cada día más a Dios; y que nos ofrezcamos  a nosotros mismos y nuestros sacrificios, en unión con Cristo, por nuestra salvación y la del mundo entero.  De esta manera podemos dar mucha consuelo a nuestro Señor que sufre.

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